Reflexión del Dia: 4 de Septiembre

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Sheryl también se clasifica a sí misma como codependiente. Poco después de casarse con el hombre de sus sueños, se encontró viviendo una pesadilla. Su esposo, se dio cuenta, era un adicto al sexo. En su caso, eso significaba que él no podía controlar su impulso de gratificarse con la pornografía, de tener una compulsión por enredarse en affaires con otras mujeres y, como Sheryl decía, “sólo Dios sabe con qué y con quién más”. Supo que su esposo era un adicto del sexo una semana después de su boda, cuando lo descubrió en la cama con otra mujer.
La primera respuesta de Sheryl fue de pánico. Después de enojo. Luego se sintió preocupada por su esposo y el problema que él tenía. Sus amigas le aconsejaron que lo dejara, pero ella decidió seguir casada. Él necesitaba ayuda. Él la necesitaba a ella. Quizá cambiaría. Además, no estaba preparada para dejar ir su sueño de ese futuro color de rosa que podían tener juntos.
Su marido se unió a Adictos al Sexo Anónimos (AS), un grupo de autoayuda que sigue los Doce Pasos y es similar a Alcohólicos Anónimos. Sheryl se rehusó a acudir a Co-SA (similar a Al-Anón), grupo de ayuda para los familiares de los adictos al sexo. No quería exhibir públicamente su problema; ni siquiera quería discutirlo en privado.
Luego de varios meses, Sheryl, exitosa modelo de moda, se encontró aceptando cada vez menos llamados de trabajo, rechazando invitaciones de sus amigos y quedándose cada vez más en casa. Quería contestar ella el teléfono en caso de que alguna mujer le hablara a su esposo. Quería estar ahí para ver a su marido cuando este salía de casa y cuando regresaba. Quería ver cómo se veía él, cómo actuaba y cómo hablaba. Quería saber exactamente qué estaba haciendo él y con quién lo estaba haciendo. Frecuentemente llamaba al consejero del grupo de AS para quejarse de su marido, para acusarlo y para indagar acerca de su progreso. Se rehusaba, decía, a que la engañaran y la engatusaran otra vez.
Gradualmente se fue alejando de sus amigos y de sus actividades. Estaba demasiado preocupada para poder trabajar; se sentía demasiado avergonzada para hablar del tema con sus amigos. Su esposo tuvo varios affaires más, y a sus amigos les frustraba que ella permaneciera al lado de él y que constantemente se quejara de lo terrible que era ser su esposa.
“No puedo ni ver a mi marido. No tengo más que desprecio para él. Y, sin embargo, no puedo decidirme a dejarlo”, decía Sheryl después. “No puedo hacer nada más que estar preocupada y estarlo chocando.”
“El punto culminante fue la noche en que lo perseguí con un cuchillo de carnicero”, dijo Sheryl. “Fue cuando me encontraba peor. Iba por la casa corriendo, gritando y desvariando, cuando de pronto me percaté, por primera vez, de mí. Me había vuelto loca. Estaba loca –completamente fuera de control–”y él sólo se quedó parado ahí, mirándome calmadamente. Entonces supe que tenía que hacer algo que fuera de ayuda para mí.
Sheryl se unió a Co-SA poco después de ese incidente. Durante esas reuniones empezó a etiquetarse a sí misma y a su pérdida de control como codependencia. Sheryl está ahora separada de su esposo y buscando el divorcio. También se siente bastante mejor.

(Melody Beattie de su Libro Ya no seas Codependiente).
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