Reflexión del Día : El Amor de mi vida

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Nos enseñan desde pequeñitos que el amor llegará un día montado en un corcel, que es un príncipe, generalmente azul, lleno de hermosas cualidades y que cuando se presente no conocerás la tristeza porque de ahí en adelante todo será felicidad… ¿Mentira? Depende. Creo que todo es verdad, excepto en que quizá buscamos a ese príncipe en el lugar equivocado.
Deambulamos por la vida sintiéndonos infelices e incompletos. Esperamos que venga otro ser a completarnos y a darnos la tan ansiada felicidad y cuando creemos haberlo encontrado por fin, a poco andar nos sentimos decepcionados porque en realidad no era lo que anhelábamos. Seguimos buscando y a muchos se les va la vida en esa búsqueda y jamás encuentran ese gran amor. Y los que al fin lo encontramos, nos recriminamos por no haber sido capaces de verlo si estaba ahí… justo en la punta de nuestra nariz y no fuimos capaces de olerlo ni verlo.
El gran amor de nuestras vidas viene de nosotros hacia nosotros mismos y no es narcisismo sino la realidad de nuestra existencia terrenal.

Amarse va mucho más allá que mimar al cuerpo sino que es mimar al alma.
Amarse es la aceptación total.
Amarse es amar tus ojos, tu pelo, tu sonrisa, tu infancia, tu presencia y ausencia de cualidades, tus experiencias pasadas, tus aciertos, tus errores.
Amarse significa, primero conocerse, luego aceptarse en todo lo que somos, sin negar nuestras miserias y comprendiendo nuestra humanidad imperfecta.
Si me amo, no le entrego el poder a “otro” para que sea el dueño de mi felicidad.
Si me amo, mi alegría y mi tristeza no dependerán de los demás.
Si me amo, seré consecuente con mis actos.
Si me amo, procuraré ser feliz cada día de mi vida.

El amor es incondicional así que nuestro amor hacia nosotros mismos debe estar por sobre toda limitación humana.
¿Cuesta amarse? No resulta nada fácil este trabajo de aprender a amarnos a medida que nos vamos conociendo con nuestras luces y sombras…
«Tú no eres un ser incompleto… No necesitas la completación de otro porque tú lo tienes todo muy dentro de ti». Aprende a amarte. ¡Nunca es tarde para empezar a darnos aquello que siempre hemos anhelado!
Me® (Tomado de: http://mer-sanandoelalma.blogspot.com/).

Amor & Apego

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El apego es un estado emocional de vinculación compulsiva a una cosa o a una persona determinada y está originado por la creencia de que sin eso no se puede ser feliz. Se compone de dos elementos, uno positivo y otro negativo, el elemento positivo es el fogonazo del placer y de la emoción, el estremecimiento que se experimenta cuando se consigue el objeto del deseo. El negativo es la sensación de amenaza y de tensión que lo acompaña. Por su propia naturaleza el apego hace vulnerables a las personas al desorden emocional y desintegra la paz. La semilla del apego sólo puede germinar en la oscuridad de la ignorancia, del engaño y de la ilusión.
Dicen que el amor es ciego, pero lo que es ciego no es el amor, sino el apego. Una gran cantidad de importante información, procedente del mundo que nos rodea, no consigue llegar a nuestra mente consciente a causa de nuestros apegos, creencias y miedos. El apego nos insensibiliza y hace que reaccionemos ante las personas en función de la ayuda o la amenaza que creemos que suponen para el logro de nuestra ambición.Y a las que consideramos fuera de esas dos categorías ni siquiera existen para nosotros. Todo aquel que posee algún apego está ciego y no ve la realidad de la Vida.
El apego es una necesidad compulsiva que embota la sensibilidad, es como una droga que enturbia la percepción de la Vida. Del mismo modo que un radar averiado distorsiona y falsea lo que percibe, el apego daña al amor y lo hace desaparecer, pues el amor es sensibilidad. Nadie se puede liberar del apego con la renuncia, sino con la consciencia, pues la renuncia sólo mutila y endurece. El apego roba la Vida, pues aquello a lo que uno está apegado se encuentra sólo en la mente, no en el objeto o en la persona. Y, además, se le atribuye un valor que en verdad no tiene.
Es imprescindible escoger entre el apego y la felicidad. Nadie ha nacido con apegos, sino que estos brotan de una mentira que la sociedad y la cultura mantienen o de una mentira que uno se cuenta a sí mismo. Si se quiere estar plenamente vivo es preciso que utilizar el sentido de la perspectiva, pues la Vida es infinitamente más grande que cualquier nimiedad a la que uno se haya apegado y a la que le haya dado el poder de alterarle. Es una nimiedad porque, si se vive lo suficiente, es muy fácil que algún día esa cosa o persona deje de importar, hasta el punto que no se tengan recuerdos de ella, como se puede comprobar en la propia vida. Hoy mismo apenas recordamos aquellas nimiedades que tanto nos inquietaron en el pasado y que hoy no nos afectan lo más mínimo.
Un apego no es un hecho, es una creencia, una fantasía de la mente. Si esa fantasía no existiera uno no estaría apegado, se amarían las cosas y las personas y se permitiría surgir la felicidad. En realidad tan sólo nos engañamos a nosotros mismos cuando creemos que sin nuestros apegos no podemos ser felices.
Vivir una vida espiritual y disolver los deseos, prejuicios, y apegos supone una revolución tan grande que la mayoría prefiere lanzarse de cabeza a realizar buenas obras y a ser serviciales que someterse al fuego purificador de semejante trabajo. Pero cuando nos ponemos a servir a alguien a quien no nos hemos tomado la molestia de comprender, en realidad no estamos intentando satisfacer la necesidad de esa persona, sino la nuestra propia. Para que exista un amor verdadero es imprescindible que veamos y comprendamos a la persona con la que estamos tratando.
Hay indiferencias que se confunden con el amor, pero no son más que un endurecimiento del corazón. Hay personas que como no están apegadas a nadie piensan que aman a todo el mundo. Hay quienes sin haber zarpado piensan que ya han arribado. La Vida por sí sola no puede producir amor, sólo puede engendrar atracción, placer, apego, cansancio y aburrimiento, todo ello mezclado con ansiedad, posesividad, tristeza y dolor. Cuando todo esto se ha repetido una y otra vez, en un ciclo constante, llega un momento que acabamos hartos y quisiéramos poner fin a todo el proceso. Si tenemos la suerte de no encontrarnos con ninguna otra cosa o persona que atraiga nuestra atención, podremos vivir una paz un tanto frágil y precaria. Eso es todo lo que la vida puede ofrecernos, aunque es posible que lo confundamos con la libertad y acabemos muriéndonos sin haber conocido jamás lo que significa ser realmente libres y amar.

El amor surge cuando hay libertad. En el momento en que entran en juego la coacción, el control o el conflicto, en ese mismo momento muere el amor. La rosa, el árbol y la lámpara nos dejan completamente libres; no harán el menor esfuerzo por arrastrarnos al aroma, a la sombra o a la luz, aunque pudieran pensar que es lo mejor para nosotros. En cambio, tenemos que ser capaces de ver toda la coacción y todo el control a los que los demás nos someten y a los que nosotros mismos nos esclavizamos cuando, para comprar su amor y su aprobación, tratamos de responder a sus expectativas. Cada vez que nos sometemos a este control destruimos nuestra capacidad natural de amar porque no es adecuado entrar en ese juego esclavizante, y todo lo que no es adecuado es desamor. La libertad no es más que otra palabra para referirnos al amor.

(Fuente: http://www.proyectopv.org/).
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Renuncio al enfado como forma de vida

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El enfado es un mecanismo de defensa. Si estás a la defensiva es porque tienes miedo.
El enfado es algo normal y natural. Generalmente nos enfadamos una y otra vez por las mismas cosas, y sentimos que no tenemos derecho a expresarlo, de modo que nos lo tragamos. Entonces el enojo tiende a instalarse en una parte concreta de nuestro cuerpo, y se manifiesta como enfermedad.
Durante años y años seguimos amontonando nuestro fastidio en ese mismo lugar. Para sanar, deja salir tus verdaderos sentimientos. Si no puedes expresárselos directamente a la persona que los provoca, mírate al espejo y habla con esa persona. Díselo todo: «Estoy fastidiado contigo»; «Tengo miedo»; «Estoy alterada»; «Me has hecho daño». Y sigue; sigue hasta que te hayas liberado de todo el enojo. Entonces haz una inspiración profunda, mírate en el espejo y pregunta: «¿Cuál es la pauta que provocó esto? ¿Qué puedo hacer para cambiar?»
Si logras cambiar el sistema de creencias que desde adentro te crea ese comportamiento, no necesitarás seguir repitiéndolo.
(Louise L. Hay de su Libro Pensamientos del Corazón).

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Reflexión del Día: Tomar Conciencia

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Para sanar hay que tomar conciencia de los apegos y de las cosas que se están perdiendo a causa de esos apegos; es advertir todo lo que la vida me ofrece y yo no puedo disfrutar por culpa de ese apego; es reconocer el tiempo y las energías preciosas que gasto en tristezas y en lamentos interiores, cuando hay tanto y tanto para vivir.
Esta conciencia se vive como una liberación, como una feliz claridad interior que nos devuelve la libertad. Es bello contemplar como se desinflan nuestras esclavitudes al contemplarla con valentía. Esto implica tomar conciencia de todos los sentimientos que están unidos a un apego: el miedo de perder algo, el temor de quedarme sin eso que me obsesiona, una sensación de humillación o de baja autoestima. Este sentimiento debe ser reconocido tal cual es, en todos sus detalles: debe ser contemplado como quien mira algo desde fuera, hasta que uno perciba claramente lo inútil que es alimentar ese sentimiento dañino. Entonces puede surgir la decisión libre de renunciar a eso que nos entristece.
Nos hemos puesto la exigencia de ser aplaudidos, de poseer tanto dinero, de ser amados por tal persona, de tener tal cosa. Nos hemos apegado a eso y no “queremos soltar ese proyecto”. Esa exigencia es la causa de nuestros males. Pero no hay ninguna obligación de seguir alimentando tal exigencia. Muchas personas son felices sin eso. Entonces podemos imaginar nuestra vida feliz, serena y llena de fuerza, sin esa exigencia que nos trastorna. Y echarla lejos como si fuera una serpiente venenosa.
Una cosa es tener lo necesario para vivir, y cuidarlo. Otra es comenzar a ser poseídos por el deseo de los objetos, del dinero, de los títulos, de los afectos, y de todo lo que pueda ser acumulado. Eso es olvidar que el verdadero placer es fugaz, y que con retener las cosas no logramos ser mas felices. Eso que nos hizo felices ya paso.
Cuando uno no reconoce la fugacidad de las cosas y de los placeres, pierde su dignidad y comienza a venderse, a arrastrarse detrás de necesidades obsesivas. Hay que reconocer ese engaño y soltar, simplemente soltar. ¡Dejar ir, dejar pasar!
(Víctor Manuel Fernandez de su Libro Para Liberarse de los Apegos y Obsesiones).

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Reflexión del Día… Esclavitud interna.

«No quiero arrastrarme detrás de nada, no fui hecho para ser esclavo».

Puede parecer crudo decir esto, porque a veces lo que tenemos que soltar es un ser querido, o un ideal muy noble, y en nuestro interior nos parece que el amor y la fidelidad nos exigen permanecer atados a esa persona o a ese ideal. Pero una cosa es la evocación cariñosa y algo nostálgica, o el sereno y tierno recuerdo que nunca puede desaparecer si hemos amado a alguien. Y otra cosa es una esclavitud interna cuando a causa de ese apego dejamos de vivir, dejamos de crecer, nos anulamos y nos enfermamos, la vida pierde sentido. Ha pasado el tiempo y ya no somos capaces de disfrutar y de crear. Entonces no le hacemos ningún honor a ese ser querido que se fue, o a ese ideal que no pudimos realizar, porque lo declaramos el causante de nuestra anulación. En el fondo lo declaramos culpable de habernos quitado la vida.
En cambio el mejor honor que podemos hacerle es sacar energías de ese cariño, y entregarnos de lleno en la nueva etapa que la vida nos presenta, para producir algún fruto precioso.

En realidad, cuando no quiero renunciar a algo que se termino, mas que esclavo de esa persona o de esa realidad, me he convertido en esclavo de mi debilidad, de mis sentimientos y necesidades interiores. Pero mi ser es infinitamente noble y demasiado valioso como para que yo lo degrade y lo enferme a causa de esos sentimientos y necesidades.

(Fragmentos del Libro Para Liberarse de los Apegos y Obsesiones de Víctor Manuel Fernandez).

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Dejo marchar la necesidad de ser perfecta

Cuando estoy preparada para dejar marchar una vieja costumbre, aparece como un problema. Estoy aprendiendo a identificar mis problemas como mensajeros provenientes de un lugar profundo de mi interior que anhela ser amado. Le pido al Universo que me ayude a dejar marchar el temor, y me permito tener una nueva comprensión. Estoy aprendiendo a ser amable con mis hábitos y creencias negativas. Antes solía decir: «Quiero librarme de eso»; ahora se que he creado todos mis hábitos para un propósito determinado. De modo que dejo marchar los viejos hábitos con amor y encuentro maneras mas positivas de satisfacer esas necesidades.

Todos mis nuevos hábitos me apoyan positivamente.

(Louise L. Hay de su Libro Meditaciones para sanar su vida).