Quienes viven con culpa establecen dentro de sí pensamientos rígidos, normas inflexibles y principios imposibles de alcanzar cuyo objetivo final es boicotear el éxito, obligándose así a vivir en medio de un fracaso continuo.Se trata de pensamientos que terminan haciéndote creer que el objetivo fundamental de tu vida es permanecer y subsistir como puedas, distrayéndote de esta forma de lo fundamental de la existencia: crecer, multiplicarte y cumplir tus sueños.Esta estructura de pensamiento se detendrá en los errores o fracasos que por los que hayas atravesado sin recordar ningún obstáculo ni circunstancia difícil que hayas superado en el pasado.
Nos sucede a todos: sin darnos cuenta nos sometemos a mandatos, voces internas y externas que nos colocan en un lugar desde el cual la posición de víctima o de culpable es la que mejor nos queda. Los otros se transforman en
responsables de nuestro destino y así dejamos de hacernos cargo de nuestros propios objetivos. De esta forma obtenemos el beneficio secundario de depositar en el otro toda la culpabilidad de nuestros desaciertos y desdichas y
de hacer de nosotros pobres seres humanos errantes y carentes de valor y dominio propio para decidir sobre nuestro hoy y nuestro mañana. Nos aferramos a dichos y voces:
• Mis padres me repitieron durante años que por haberme tenido no pudieron estudiar
• Mis padres me decían: no dejes la comida en el plato, piensa que hay chicos en África que se mueren de hambre
• Siento culpa por haber sido abusada sexualmente
• Me siento culpable por la separación de mis padres
• Siempre remarcaban mis errores y por eso me sentía culpable todo el tiempo
• Tuve un padre ausente toda mi vida y debí hacerme cargo de mis hermanos,pero no supe cómo;yo tengo la culpa de sus situaciones actuales.
Todas éstas son maneras sutiles de transmitir las culpas que nos detuvieron en el camino hacia la búsqueda de la
felicidad y del bienestar que nos merecemos.Son culpas ajenas generadoras de insatisfacciones continuas. Son culpas que se alimentan de mandatos externos y sociales y de emociones internas no resueltas que siguen teniendo poder y valor sobre nuestras vidas.
Hay personas que han sido criadas en familias que las han hecho responsables de la separación de los padres, de la pérdida del trabajo de la madre que en un momento decidió quedarse en su hogar para cuidarlas o de las frustraciones profesionales de sus tutores. Y así podríamos seguir enunciando los mandatos que cada familia se encargó de transmitir a tantas personas.
Se trata de creencias culturales que jamás te permitieron alcanzar ni disfrutar en absoluto de nada. Son las exigencias que demandaban que dieras más, siempre un poco más, y claro, como no pudiste alcanzar ese parámetro de
perfección, terminaste ubicándote en el lugar de la víctima, acarreando culpas que no te correspondían.
En este punto es necesario que nos detengamos. Lo que decidimos escuchar y aceptar como nuestro es lo que nos enferma y nos detiene.
Ten en cuenta que con lo que aceptamos, anulamos, postergamos o generamos nuestro éxito.
¿Quién maneja el control remoto de tus emociones y pensamientos?, ¿quién decide qué pensar, qué sentir?
Sólo tú. Dependerá de ti, de tu decisión de ubicarte en un lugar de víctima o de poder sobre tu propia vida.
Las personas suelen decir:
• El día me puso mal.
• Mi jefe me sacó de quicio.
• Me arruinaste la jornada.
• Hoy me saturaste.
Si escuchas estas frases es porque colocaste el poder que tienes sobre tus propias emociones en los demás. Así es como son los otros quienes terminan controlando cómo te vas a sentir o qué es lo que vas a hacer.
Aceptando este trato, cualquiera podrá decirte qué hacer y qué no; los demás podrán manejarte y lastimarte con
permiso, sí, con el permiso que tú les diste al ceder el lugar de control y poder sobre tu vida.
No fuimos creados para vivir de limosnas, ni lisiados de afectos. Nadie tiene derecho a castrar nuestros sueños más profundos ni a asegurar qué es lo que nos conviene o no. La felicidad y el éxito, la desdicha y el fracaso serán el resultado sólo de tus propias decisiones. Todo lo que hayas dejado de lado para conformar a los demás puede ser recuperado si te lo propones y decides no postergar más tu deseo. Muchas veces no somos felices porque estamos ocupados tratando de agradar a los otros o encargándonos de responsabilidades equivocadas,que pertenecen a terceros. Consumimos todo nuestro tiempo erróneamente y cuando queremos saber adonde se fueron tantos años de nuestra vida, cuando necesitamos apuntar lo que hicimos en el transcurso de la misma,nos damos cuenta de que malgastamos el tiempo que necesitábamos para ocuparnos de lo prioritario e importante: nosotros mismos.
Desperdiciamos más horas tratando de conformar y gustar a los otros que en ocuparnos de nuestra propia vida. Y en esa vorágine de ser aceptados nos olvidamos de que primero necesitamos respetarnos a nosotros mismos y aprobarnos para poder ser aceptados por el resto.