
Interrogante: En el fondo no se quien soy. Lo único que me sigue viniendo a la cabeza, cuando pienso en ello, es la expresión de mis padres: «¡No hagas eso!¡Haz lo otro!» y «¡Te vas a enterar de quien manda aquí!» ¿Puedes ayudarme?
Respuesta: Este es el típico caso de un niño adulto enfrascado en una lucha interminable con sus padres dentro de si mismo. Nadie gana y no hay posibilidad de llegar a saber algo mas sobre nosotros mismos y sobre como nos sentiríamos, pensaríamos y actuaríamos, si no llevásemos dentro a nuestros padres.
Existen formas de utilizar las voces internas que creemos oír para focalizar nuestra atención y dirigir nuestras energías. Resulta de utilidad separar cuidadosamente estas voces, una de otras. Son como cintas de cassette que reproducen mensajes para nuestros oídos internos y nos mantienen «pegados» al pasado. Las voces proceden de recuerdos, fantasías y la imaginación. Algunas se refieren al pasado, otras organizan nuestra vida actual y otras dirigen nuestras acciones futuras. Trata de identificar cada una de las voces.
Esta «la voz de nuestra madre»: cosas que nuestra madre decía o daba a entender a través de lo que hacia… e incluso lo que nuestra madre quería decir o habría dicho si…
Esta «la voz de nuestro padre»: cosas que nuestro padre decía o daba a entender a través de lo que nuestro padre hacia… y también lo que nuestro padre quería decir o habría dicho si… Están las voces de nuestros hermanos, hermanas, tías, tíos, sacerdotes, maestros, amigos, padres de amigos, etc. Hay tantas voces que nos resulta difícil distinguir unas de otras.
Una forma de empezar a trabajar con este dialogo interno consiste en hacer con unas cuantas hojas de papel y un bolígrafo. Empieza escribiendo los pensamientos que te vengan a la cabeza, tantos y tan rápido como puedas. No pasa nada si te dejas algunos.
Una vez que hayas llenado tres hojas con frases, oraciones y palabras, trata de identificar quien podría haber dicho que.
Oír las voces puede provocarte cierta vergüenza y culpa, pero hazlo de todos modos. Ha llegado el momento de que les respondas a esas voces. Deja que salgan tus sentimientos y anotalos también. Trabaja con las voces escribiendo lo que hayas logrado separar e identificar en tarjetas de 3×5 cm. Puedes barajarlas y ponerlas después en el orden que quieras. Empieza por descartar aquellas en las que no crees, las que ya no necesitas y las que ya no te sirven en tu vida de adulto. Puedes romperlas, quemarlas o tacharlas garabateandolas por encima con un rotulador negro. Hazlo con sentimiento.
Cuando las voces de los demás hayan sido identificadas y clasificadas, empieza a crear las tuyas propias. Para ello necesitas estar tranquilo. Utiliza una vela o cualquier otro recurso para focalizar la atención. Tranquilízate respirando hondo. Cuando te sientas calmado y relajado, escucha. Simplemente vacíate y escucha. La voz diminuta, humilde y tranquila que oyes es la tuya. Empieza a escuchar atentamente esa voz cuando te susurre. Te susurra en sueños, en ensoñaciones diurnas, siempre que estés tranquilo, en silencio y receptivo.
Reconocerás esa voz como tuya por su tono tranquilo. Las demás voces son escandalosas, estridentes y exigentes. Empieza a sentirte agradecida por tu propia voz y a respetarla. Tu voz es una parte vital de lo que tu eres. ¡Celebralo!.
(Dorothy May de su Libro Codependencia: La Dependencia Controladora.La Dependencia Sumisa).

Categoría: REFLEXIONES DIARIAS
El "cuartito" de herramientas…

Recibir ayuda no es lo mismo que depender…
En el fondo de mi casa hay un cuarto de herramientas. Tengo allí todas las herramientas que podría necesitar para las tareas con las que me enfrento a diario. ¡Es increíble! Hubo una época de mi vida en la que todavía no había descubierto la existencia de este cuarto del fondo. Yo creía que en mi casa simplemente no había un lugar para las herramientas. Cada vez que necesitaba hacer algo tenía que pedir ayuda a alguien o pedir prestada la herramienta necesaria. Me acuerdo perfectamente el día del descubrimiento:
Yo venía pensando que debía tener siempre a mano las herramientas que más usaba y estaba dispuesto a hacerme de ellas, pero me quedé pensando que antes debía encontrarles un lugar en mi casa para poder guardarlas. Recordaba con nostalgia el cuartito de chapa del fondo de la casa de mi abuelo Mauricio y tenía muy presente mi inquietud de aquel día en que llegué a casa con MI primera herramienta. Me desesperaba pensar que se me podía perder si no le encontraba un lugar. Al final, por supuesto, la había apoyado en un estante cualquiera y todavía recuerdo en los puños la bronca de no encontrarla cuando la necesitaba y tener que ir a buscarla a las casas de otros como si no la tuviera.
Así fue que salí al fondo pensando en construir un cuartito pequeño en el rincón izquierdo del jardín. Que sorpresa fue encontrarme allí mismo,en el lugar donde yo creía que debía estar mi cuarto de herramientas, con una construcción bastante más grande que la que yo pensaba construir. Un cuarto que después descubrí, estaba lleno de herramientas.
Ese cuarto del fondo siempre había estado en ese lugar y, de hecho, sin saber cómo, mis herramientas perdidas estaban ahí perfectamente ordenadas al lado de otras extrañas que ni sabía para qué servían y algunas más que había visto usar a otros pero que nunca había aprendido a manejar.
No sabía todavía lo que fui descubriendo con el tiempo, que en mi cuarto del fondo están «TODAS», las herramientas que todas están diseñadas como por arte de magia para el tamaño de mis manos y que todas las casas tienen un cuarto similar.
Claro, nadie puede saber que cuenta con este recurso si ni siquiera se enteró de que tiene el cuartito; nadie puede usar efectivamente las herramientas más sofisticadas si nunca se dio el tiempo para aprender a manejarlas; nadie puede saberse afortunado por este regalo mágico si prefiere vivir pidiéndole al vecino sus herramientas o disfruta de llorar lo que dice que a su casa le falta.
Desde el día del descubrimiento no he dejado de pedir ayuda cada vez que la necesité, pero la ayuda recibida siempre terminó siendo el medio necesario para que, más tarde o más temprano, me sorprendiera encontrando en el fondo mi propia herramienta y aprendiera del otro a usarla con habilidad.
Los recursos internos son herramientas comunes a todos, no hay nadie que no los tenga. Uno puede saber o no saber que los tiene, uno puede haber aprendido a usarlos o no. Podrás tener algunas herramientas en mejor estado que otros, que a su vez te aventajarán en otros recursos. Pero todos tenemos ese “cuartito de herramientas” repleto de recursos, suficientes, digo yo, si nos animamos a explorarlo.
La danza obsesiva

Cuando un codependiente dice “creo que me estoy apegando a ti”. ¡Cuidado! Probablemente así es. La mayoría de los codependientes están apegados a la gente y a los problemas en sus entornos. Por “apego” no quiero decir el sentimiento normal de que la gente le caiga a uno bien, le interesen sus problemas o se sienta en conexión con el mundo.Apegarse es involucrarse en exceso, a veces de una manera desesperadamente intrincada. El apego puede adoptar varias formas:
Podemos preocuparnos excesivamente por una persona o un problema (en cuyo caso es apego es de nuestra energía mental).O podemos acostumbrarnos y comenzar a obsesionarnos con la gente y los problemas que existen en nuestro ambiente y tratar de controlarlos (en cuyo caso nuestra energía mental, física y emocional está dirigida al objeto de nuestra obsesión).
Podemos volvernos reaccionarios en vez de actuar auténticamente por voluntad propia (el apego es de nuestra energía mental, física y emocional).
Podemos volvernos emocionalmente dependientes de las personas que nos rodean (entonces sí estamos verdaderamente apegados).
Podemos volvernos niñeras (rescatadores, facilitadotes) de las personas a nuestro alrededor (apegándonos firmemente a la necesidad que tienen de nosotros).
Preocuparnos y obsesionarnos nos mantiene con tal maraña en la cabeza que no podemos resolver nuestros problemas. Cada vez que nos apegamos de esta manera a alguien o a algo, nos separamos de nosotros mismos. Perdemos contacto con nosotros mismos. Damos en prenda nuestro poder y nuestra capacidad para pensar, sentir, actuar y cuidar de nosotros mismos. ¡Perdemos el control!
Es horrible estar obsesionado con otro ser humano o con un problema. ¿Conoces alguna persona obsesionada con alguien o con algo? Esa persona no puede hablar de otra cosa, no puede pensar en otra cosa. Aunque parezca oírte cuando le hablar, sabes que no te escucha. Su mente está dando tumbos, va de aquí para allá en un interminable remolino de pensamientos compulsivos. Está preocupada. Relaciona todo lo que le dices (aunque no tenga nada que ver) con el objeto de su obsesión. Dice las mismas cosas, una y otra vez, usando las mismas palabras o cambiándolas ligeramente. Lo que tú digas no sirve de nada. Aunque le digas que pare, no sirve de nada. Probablemente lo haría si pudiera. El problema es que no puede hacerlo (en ese momento). Pues está a punto de estallar con la discordante energía de que está hecha la obsesión. Tiene un problema o una preocupación que no sólo lo molesta y lo controla.
Preocuparse, obsesionarse y controlar son ilusiones. Son trucos que construimos nosotros mismos. Sentimos que estamos haciendo algo para solucionar nuestros problemas, pero no es así. Muchos de nosotros hemos reaccionado de esta manera con justificada buena razón. Podremos haber vivido con problemas complicados y serios que han perturbado nuestra vida, y que a cualquier persona normal podrían volver ansiosa, perturbada, preocupada y obsesionada.
Algunos de nosotros podremos haber vivido con problemas menos serios, pero que nos preocupan de todas maneras. Las personas que amamos o que nos importan pueden tener cambios súbitos en sus estados de ánimo. Pueden hacer cosas que desearíamos que no hicieran. Podemos pensar que él o ella podrían hacer las cosas de otra manera, de un modo mejor, de una forma que creemos que no causaría tantos problemas. Por fuerza del hábito, algunos de nosotros hemos desarrollado una actitud de apego, de preocuparnos, reaccionar y obsesivamente tratar de controlar. Quizá hemos vivido con personas y a través de eventos que estaban fuera de control. Tal vez obsesionándonos y controlando pudimos guardar un equilibrio o lograr que temporalmente las cosas no empeoraran. Y luego simplemente seguimos haciendo lo mismo. Quizá teníamos miedo de soltarnos, porque cuando nos soltamos en el pasado sucedieron cosas terribles y dolorosas. Tal vez hemos estado apegados a la gente –viviendo sus vidas por y a través de ella– durante tanto tiempo que ya no nos queda una vida propia por vivir. Es más seguro seguir apegados. Por lo menos sabríamos que estamos vivos si reaccionáramos. Al menos tendríamos algo qué hacer si estuviéramos obsesionándonos o controlando. Por varias razones los codependientes tienden a apegarse a los problemas y a la gente.
No importa no solucionar nada al preocuparse.
No importa que esos problemas rara vez tengan solución.
No importa que estén tan obsesionados que ni siquiera puedan leer un libro, ver la televisión o salir a dar un
paseo.
No importa que sus emociones estén en constante torbellino por lo que la otra persona dijo o no dijo, de lo que hizo o no hizo, o de lo que hará después. ¡No importa que las cosas que estemos haciendo no ayuden a nadie!
Sin importarnos el costo, persistiremos en ello. Apretaremos los dientes, nos asiremos a la cuerda y nos prenderemos a ella más fuerte que nunca. Algunos de nosotros ni siquiera nos daremos cuenta de que nos hemos estado agarrando tan fuerte. Otros nos habremos convencido de que debemos asirnos así de fuerte.
Creemos que no existe otra alternativa que la de reaccionar a esta persona o problema de esta manera obsesiva. A menudo, cuando le sugiero a la gente que se aparte de esta persona o de este problema, me responden con horror. “¡Oh, no!”, dicen, “nunca podría hacer eso. Yo lo amo, o la amo, demasiado. Me importa demasiado para hacerle eso. Este problema o esta persona es demasiado importante para mí. Tengo que permanecer apegado a ella (o a esto)”. Mi respuesta es: “¿QUIEN DICE QUE TIENES QUE HACERLO?” Les tengo noticias, buenas noticias: No “tenemos” que hacerlo así. Existe una forma mejor. Se llama “separación”. Al principio puede darnos miedo, pero a fin de cuentas funcionará mejor para todas las personas involucradas.
(Melody Beattie de su Libro Ya No Seas Codependiente).

Reflexión del Día: ¡Pasado es pasado!

Un hábito bastante común de la mente es el de divagar hacia eventos y situaciones del pasado. Algo que incluso puede parecernos normal y que no merece mayor atención. Sin embargo, una reflexión más minuciosa acerca de esta tendencia tan natural, nos alerta sobre sus implicaciones y efectos.
Una cosa es dirigirnos al pasado de manera consciente, para recordar hechos y para extraer información y aprendizaje. En ese sentido es algo no sólo útil sino necesario en muchas ocasiones. Algo muy diferente es volar con la imaginación, de modo involuntario, a escenas y situaciones del pasado y volver a revivirlas, evocando los sentimientos, sensaciones y emociones que se produjeron. A veces incluso, jugando con la imaginación, tratar de cambiar y modificar esas escenas.
Tanto si fueron escenas agradables como desagradables, en ambos casos, volver con nuestra mente al pasado nos impide vivir con plenitud el presente. Esta inhabilidad de permanecer en el aquí y el ahora no nos deja contribuir al presente de la mejor manera posible ya que no estamos plenamente alertas ni conscientes de lo que está sucediendo.
Cuando hablamos del presente, por un lado implica el momento actual y por otro, la misma palabra lo expresa, es el regalo más valioso, es la oportunidad de aprender y crecer, pero sólo si sabemos vivirlo con plena consciencia.
Una práctica útil para centrarnos en el presente es la de poner un punto final: una y otra vez, a lo largo del día, tenemos que hacer una parada de un minuto y sumergir todos los pensamientos en la experiencia de estar centrados en el interior y presentes. Para ello nos puede ayudar el traer a nuestra mente algún pensamiento elevado y positivo como “soy un ser espiritual, un ser de luz y paz” y experimentar así la conexión con nuestra esencia de silencio y serenidad. Cuanto más practiquemos este sencillo ejercicio, más debilitaremos el patrón de viajar con la mente al pasado y más disponibles estaremos para vivir y crear un presente lleno de significado y propósito.
Al vivir en el pasado no le damos la posibilidad a nuestro ser interior de aprender, de experimentar sensaciones nuevas. Nos perdemos el hoy y cerramos las puertas a todo lo nuevo.
Una persona que vive pensando en su pasado minimiza el presente y va perdiendo poco a poco sus ganas de vivir. Detengamos los recuerdos, naveguemos por ellos de tanto en tanto pero cuando sintamos que nuestro barco se detiene demasiado tiempo allí abandonemos el viaje y volvamos a la orilla del presente, del hoy, de este momento.
Mirar hacia atrás es retroceder, todo lo que sucedió ya forma parte del pasado.
Lo que importa ahora es el presente.¡Avancemos sin temor!
(Graciela De Filippis). Fuente: http://www.ventanasalalma.com.ar/).

Reflexión del Día: Libertad de Ser

La Autodependencia
Esto es la autodependencia: Saber que yo necesito de los otros, que no soy autosuficiente, pero que puedo llevar esta necesidad conmigo hasta encontrar lo que quiero, esa relación, esa contención, ese amor.
Autodepender significa establecer que no soy omnipotente, que me sé vulnerable y que estoy a cargo de mí. Yo soy el director de esta orquesta, aunque no pueda tocar todos los instrumentos. Que no pueda tocar todos los instrumentos no quiere decir que ceda la batuta. Yo soy el protagonista de mi propia vida. Pero atención: No soy el único actor, porque si lo fuera, mi película sería demasiado aburrida. Así que soy el protagonista, soy el director de la trama, soy aquel de quien dependen en última instancia todas mis cosas, pero no soy autosuficiente. No puedo estructurarme una vida independiente porque no soy autosuficiente. La propuesta es que yo me responsabilice, que me haga cargo de mí, que yo termine adueñándome para siempre de mi vida.
Autodependencia significa dejar de colgarme del cuello de los otros. Puedo necesitar de tu ayuda en algún momento, pero mientras sea yo quien tenga la llave,esté la puerta cerrada o abierta, nunca estoy encerrado. Me sé dependiente, pero a cargo de esta dependencia estoy yo. Autodependencia es, para mí, sinónimo de salud mental.
Autodependencia significa contestarse las tres preguntas existenciales básicas: Quién soy, adónde voy y con quién. Pero contestarlas en ese orden. Al respecto, yo suelo decir que contestarse estas preguntas determina la diferencia entre un ser humano, un individuo o una persona. Porque éstos son tres conceptos diferentes. Ser una persona es más todavía. Para llegar a ser una persona es necesario asistir y padecer un proceso. El proceso de convertirse en persona, como lo llamaba Carl Rogers, es doloroso; implica ciertas renuncias, ciertas adquisiciones y también mucho trabajo personal.
Para autodepender, voy a tener que pensarme a mí como el centro de todas las cosas que me pasan. Es tu responsabilidad. No podemos seguir echandole la culpa al otro. No podemos seguir creyéndonos esta cosa que ya ni siquiera es una pauta educativa. Entonces, lo que digo con la palabra autodependencia es:
Puedo pedirte ayuda, pero dependo de mi mismo.
Dependo de mis partes mas adultas para que se hagan cargo del niño que sigo siendo.
Dependo de mis partes mas crecidas para que se hagan cargo de mis aspectos mas inmaduros.
Dependo de ocuparme de mi.
Dependo de poder ocuparme de ser capaz de depender del adulto que soy sin miedo a que me vaya a abandonar
Lo que pasa con la gente que sufre es que ha sido abandonada de si misma. Ha padecido el abandono de sus partes adultas; sus niños han quedado a la deriva, sin nadie que los contenga. Y han tenido que ir a buscar por ahí, a cualquier lado, ayuda, y mas que ayuda, dependencia. Este es un proceso absolutamente reversible. Siempre, siempre.
Tengo que poder darme cuenta que hay un adulto en mi que tiene que hacerse cargo de ese niño en mi. Despues de poder depender de mi, después de saber que me tengo que hacer cargo de mis aspectos dependientes, recién entonces buscar al otro.
Para poder ayudarte, pedirte, ofrecerte, para poder darte lo que tengo para darte y poder recibir lo que Tu tengas para darme, primero voy a tener que conquistar este lugar, el lugar de la autodependencia.
Y ya que dependo de mi, voy a tener que concederme a mi mismo algunos permisos si quiero ser una persona. Y digo concederme a mi mismo y digo que te concedas a tu mismo y digo que cada uno haga lo propio; porque no hablamos del señor que cometió un error y esta preso, de la pobre mujer descerebrada que esta en una cama del hospital ni del hombre que agoniza victima de una enfermedad terminal… Hablamos, en verdad, de nosotros. De los permisos que Virginia Satir llamaba -inherentes a ser persona-.
Cualquiera que no ostente alguno de estos cinco permisos no es una persona. Y uno se pregunta, ¿qué es, si no es una persona?… Será, con toda seguridad, un ser humano, tal vez también un individuo, pero, una persona NO. Porque, como dije anteriormente, ser persona es mucho más.
1. Me concedo a mí mismo el permiso de estar y de ser quien soy, en lugar de creer que debo esperar que otro determine dónde yo debería estar o cómo debería ser.
2. Me concedo a mí mismo el permiso de sentir lo que siento, en vez de sentir lo que otros sentirían en mi lugar.
3. Me concedo a mí mismo el permiso de pensar lo que pienso y también el derecho de decirlo, si quiero, o de callármelo, si es que así me conviene.
4. Me concedo a mí mismo el permiso de correr los riesgos que yo decida correr, con la única condición de aceptar pagar yo mismo los precios de esos riesgos.
5. Me concedo a mí mismo el permiso de buscar lo que yo creo que necesito del mundo, en lugar de esperar que alguien más me dé el permiso para obtenerlo.
Estos cinco permisos esenciales condicionan nuestro ser persona. Y ser persona es el único camino para volverse autodependiente. Porque estos permisos me permiten finalmente ser auténticamente quien soy.
El primero dice que si yo soy una persona tengo que concederme a mí mismo la libertad de ser quien soy.
¿Qué quiere decir esto? Dejar de exigirme ser el que los demás quieren que sea: el que quiere mi jefe, el que quiere mi esposa, el que quieren mis amigos o el que quieren mis hijos. Ser persona es darme a mí mismo la libertad de ser el que soy. Es probable que a muchos no les guste que sea el que soy; es probable que cuando otros descubran que soy el que soy —y que además me doy la libertad de serlo— se enojen conmigo.
Todos podemos llegar a ser personas, pero si no empezamos por este permiso, no hay posibilidades; nos quedaremos siendo individuos parecidos a muchos otros individuos que se sienten a sí mismos diferentes, pero que obedecen y pertenecen al club de aquellos que no se dan el derecho de ser quienes son; que intentan parecerse a los demás.
(Pilar Casas del Libro De la Dependencia Emocional a la Libertad de Ser).

Reflexión del Dia: ¡Recupero mi Poder!
Me perdono y me libero.
Una fuerte dependencia de cualquier cosa exterior a mi es adicción.
Podemos ser adictos a las drogas, a los fármacos, al alcohol, al sexo, al tabaco; también puede tener adicción a culpar o juzgar a los demás, adicción a la enfermedad, a las deudas, a ser victima, a ser rechazado. No obstante, puede superar estas adicciones. Ser adicto es ceder mi poder a una substancia o a un habito.
Siempre puedo recuperar mi poder. ¡Este es el momento en que recupero mi poder!
Elijo adquirir el habito de saber que la vida esta aquí, para mi. Estoy dispuesta a perdonarme y seguir adelante. Tengo un espíritu eterno que siempre ha estado conmigo, y que esta presente en este momento. Me relajo, me libero, me acuerdo de respirar y voy dejando marchar los viejos hábitos mientras practico los nuevos.
(Louise L. Hay del Libro Meditaciones para sanar tu vida).

Liberarte es…
Liberarte no es dejar de amarte, sino amarte lo suficiente como para dejar de depender de ti.
No es dejar de preocuparme por ti, sino preocuparme lo suficiente como para dejar de controlarte.
Dejarte ir no es apartarme de ti, sino acudir a Cristo y confiar en que él te controlará a ti.
La liberación no es hacerte daño, sino darme cuenta de que “mi ayuda” te ha dañado.
La liberación no es lastimarte, sino estar dispuesto a sufrir para sanar.
La liberación no es juzgarte, sino dejar que el Juez divino me juzgue a mí.
La liberación no es restringirte, sino restringir mis exigencias sobre ti.
La liberación no es rechazarte, sino rechazar la idea de ocultarte la realidad.
La liberación no es cerrarme a ti, sino podar lo indeseable de nuestra relación.
La liberación no es para probar el poder que tengo sobre ti, sino aceptar mi falta de capacidad para cambiarte.
La liberación no es dejar de creer en ti, sino creer que sólo Dios puede edificar el carácter de Cristo en ti.
Dejarte libre no significa que condeno el pasado, sino que amo el presente y entrego el futuro a Dios.
Reflexión del Día : El Amor de mi vida

Nos enseñan desde pequeñitos que el amor llegará un día montado en un corcel, que es un príncipe, generalmente azul, lleno de hermosas cualidades y que cuando se presente no conocerás la tristeza porque de ahí en adelante todo será felicidad… ¿Mentira? Depende. Creo que todo es verdad, excepto en que quizá buscamos a ese príncipe en el lugar equivocado.
Deambulamos por la vida sintiéndonos infelices e incompletos. Esperamos que venga otro ser a completarnos y a darnos la tan ansiada felicidad y cuando creemos haberlo encontrado por fin, a poco andar nos sentimos decepcionados porque en realidad no era lo que anhelábamos. Seguimos buscando y a muchos se les va la vida en esa búsqueda y jamás encuentran ese gran amor. Y los que al fin lo encontramos, nos recriminamos por no haber sido capaces de verlo si estaba ahí… justo en la punta de nuestra nariz y no fuimos capaces de olerlo ni verlo.
El gran amor de nuestras vidas viene de nosotros hacia nosotros mismos y no es narcisismo sino la realidad de nuestra existencia terrenal.
Amarse va mucho más allá que mimar al cuerpo sino que es mimar al alma.
Amarse es la aceptación total.
Amarse es amar tus ojos, tu pelo, tu sonrisa, tu infancia, tu presencia y ausencia de cualidades, tus experiencias pasadas, tus aciertos, tus errores.
Amarse significa, primero conocerse, luego aceptarse en todo lo que somos, sin negar nuestras miserias y comprendiendo nuestra humanidad imperfecta.
Si me amo, no le entrego el poder a “otro” para que sea el dueño de mi felicidad.
Si me amo, mi alegría y mi tristeza no dependerán de los demás.
Si me amo, seré consecuente con mis actos.
Si me amo, procuraré ser feliz cada día de mi vida.
El amor es incondicional así que nuestro amor hacia nosotros mismos debe estar por sobre toda limitación humana.
¿Cuesta amarse? No resulta nada fácil este trabajo de aprender a amarnos a medida que nos vamos conociendo con nuestras luces y sombras…
«Tú no eres un ser incompleto… No necesitas la completación de otro porque tú lo tienes todo muy dentro de ti». Aprende a amarte. ¡Nunca es tarde para empezar a darnos aquello que siempre hemos anhelado!
Me® (Tomado de: http://mer-sanandoelalma.blogspot.com/).
Las recompensas del desapego

El desapego se basa en las premisas de que cada persona es responsable de sí misma, en que no podemos resolver problemas que no nos corresponde solucionar, y que preocuparnos no sirve de nada.
Adoptamos una política de no meter las manos en las responsabilidades de otras personas y en vez de ello, de atender a las nuestras. Si la gente se ha fabricado desastres a sí misma, le permitimos enfrentar las consecuencias. Le permitimos a la gente ser como es en realidad. Le damos la libertad de ser responsable y de madurar. Y nos damos nosotros mismos la misma libertad. Vivimos nuestra propia vida al máximo de nuestra capacidad. Luchamos para discernir qué es lo que podemos cambiar y qué es lo que no podemos cambiar. Luego dejamos de tratar de cambiar aquello que no podemos. Hacemos lo que podemos para resolver un problema, y luego dejamos de hacernos la vida de cuadritos. Si no podemos solucionar un problema después de intentarlo seriamente, aprendemos a vivir con ese problema o a pesar de él. Y tratamos de vivir felices, concentrándonos heroicamente en lo que de bueno tiene la vida hoy, y sintiéndonos agradecidos por ello. Aprendemos la mágica lección de que sacarle el máximo provecho a lo que tenemos multiplica lo bueno de nuestras vidas.
El desapego implica “vivir en el momento presente” –vivir en el aquí y en el ahora–. Permitirnos que en la vida las cosas se den por sí solas en lugar de forzarlas y tratar de controlarlas. Renunciamos a los remordimientos por el pasado y a los miedos por el futuro. Sacamos el mayor provecho de cada día.
El desapego también implica aceptar la realidad, los hechos. Requiere fe en nosotros mismos, en Dios, en otras personas, en el orden natural y en el destino de las cosas en este mundo. Nos liberamos de nuestros pesares y preocupaciones y nos damos a nosotros mismos la libertad para disfrutar de la vida a pesar de nuestros problemas no resueltos. Confiamos en que todo está bien a pesar de los conflictos. Confiamos en que Alguien más grande que nosotros sabe, ha ordenado y se preocupa de lo que está sucediendo.
Entendemos que este Alguien puede hacer mucho más por resolver el problema que nosotros. De modo que tratamos de no estorbar su camino y dejar que Él lo haga. A su tiempo, sabremos que todo está bien porque vemos cómo las cosas más extrañas (y a veces, las más dolorosas) se solucionan de la mejor manera y en beneficio de todos.
Desapegarnos no quiere decir que nada nos importe. Significa que aprendemos a amar, a preocuparnos y a involucrarnos sin volvernos locos. Dejamos de crear un caos en nuestra mente y en nuestro medio ambiente. Cuando no nos hallamos reaccionando de un modo ansioso compulsivo, nos volvemos capaces de tomar buenas decisiones acerca de cómo amar a la gente y de cómo solucionar nuestros problemas. Nos liberamos para comprometernos y para amar de modo que podamos ayudar a los demás sin lastimarnos a nosotros mismos.
Las recompensas que el desapego nos brinda son muchas:
serenidad, una profunda sensación de paz interior, la capacidad de dar y de recibir amor de una manera que nos enaltece y nos llena de energía, y la libertad para encontrar soluciones reales a nuestros problemas. Encontramos la libertad para vivir nuestra propia vida sin sentimientos excesivos de culpa o de responsabilidad hacia los demás. En ocasiones el desapego llega a motivar y a liberar a la gente que se encuentra a nuestro alrededor para empezar a solucionar sus problemas. Dejamos de mortificarnos por ellos y lo perciben, de modo que finalmente comienzan a preocuparse por ellos. ¡Qué gran plan! Cada quien atiende sus propios asuntos.
¿Cómo nos desapegamos? ¿Cómo separamos nuestras emociones, nuestra mente, espíritu y cuerpo de la agonía del involucramiento? Lo mejor que podamos. Y, probablemente, un poco torpemente al principio.
Un antiguo dicho de AA y de Al-Anón sugiere una fórmula de tres partes llamada “HOW”: honestamente, abiertamente y con voluntad de intentarlo.
Siento que el desapego puede volverse una respuesta habitual, de la misma manera que obsesionarse, preocuparse y ser controladores se han vuelto respuestas habituales en la práctica. Podremos no hacerlo perfectamente. Sin embargo, y al ritmo que sea, podemos practicar el desapego en nuestras vidas, y creo que eso es bueno para nosotros. Espero que puedan ser capaces de desapegarse con amor de la persona o de las personas de quienes se están desapegando. Creo que es mejor hacerlo todo con una actitud de amor. Sin embargo, por una multitud de razones, no siempre podemos hacerlo así. Si no puedes desapegarte con amor, en mi opinión es preferible desapegarse con enojo que permanecer apegados. Si nos desapegamos, estamos en una mejor posición para trabajar sobre (o a través) de nuestras resentidas emociones. Si estamos apegados, probablemente no hagamos nada más que estar siempre irritados.
¿Cuándo debemos desapegarnos?
Cuando no podamos dejar de pensar, de hablar acerca de o de preocuparnos por alguien o por algo; cuando nuestras emociones estén en constante ebullición; cuando sintamos que tenemos que hacer algo acerca de alguien porque ya no podemos soportar la situación ni un minuto más; cuando estamos colgando de un hilo y sentimos que tal hebra está a punto de romperse; y cuando creemos que ya no podemos seguir viviendo con el problema con el que hemos estado tratando de vivir. ¡Es tiempo de desapegarnos! Aprenderán a reconocer cuándo es aconsejable desapegarse. Una buena regla a seguir es esta: cuando más necesitas desapegarte es cuando esto parece ser lo más lejano o lo menos posible de hacer.
Entiendo que muchos de ustedes están profundamente apenados y preocupados por ciertas personas en sus vidas. Muchas de ellas pueden estarse destruyendo a sí mismas, a ustedes, a sus familias, frente a sus propios ojos. Pero yo no puedo hacer nada para controlar a esas personas; y quizá ustedes tampoco pueden hacer nada. Si pudieran, probablemente a estas alturas ya lo hubieran hecho.
Desapéguense. Desapéguense con amor o desapéguense con enojo, pero luchen por desapegarse. Sé que es difícil, pero se vuelve más fácil con la práctica. Si no pueden hacerlo completamente, traten de “llevarla con calma. Relájense. Siéntense. Ahora, respiren hondo. Concéntrense en ustedes.
Reflexión del Dia: Desprenderse es la Clave

No entiendo que quiere decir «desprenderse». Desprenderse de que, pregunto?
Se produce un daño significativo cada vez que nos aferramos a personas, lugares o ideas que creemos que nos arreglaran la vida o a personas cuyas vidas nos sentimos impelidos a arreglar. Parece que nos gusta aferrarnos a nuestras ilusiones y delusiones(*), a las palabras hirientes que nos han dicho, a esas cosas que creemos que nunca nos abandonaran ni nos traicionaran, y sin embargo, nos traicionan una y otra vez. ¿Cuantas «próxima vez» puede haber?
Necesitamos desprendernos de muchas cosas, incluida la tensión de nuestros cuerpos, las ilusiones (imágenes mentales) románticas o de unos padres perfectos y las delusiones (creencias falsas) de que la vida siempre sera justa y de que nada malo puede ocurrirnos si cumplimos con nuestro deber.
Desprenderse, soltarse, es «lo contrario de aferrarse». Es una mano abierta en vez de un puño cerrado. Es alisar un ceño fruncido, para sustituirlo por una actitud serena. Es una confianza profunda, permanente, en un poder mas grande que el nuestro. Es un convencimiento profundo, seguro, de que no tenemos por que hacerlo todo nosotros mismos, y es permitir que otras personas tengan también su parte en los acontecimientos de nuestras vidas. Desprenderse significa «que Dios, tal y como nosotros Lo entendemos, dirige el mundo y que ciertas cosas no son asunto nuestro».
Desprenderse significa «liberarnos de la inversión en nuestro propio yo, de la idea de que somos omnipotentes». Yo, el importantisimo su Majestad el Bebe, el narcisista dentro de nosotros mismos, no dirige realmente el espectáculo. Desprenderse es «dejar libres todos los aspectos de nuestras vidas que realmente no podemos controlar de ningún modo». De lo contrario, no hacemos sino engañarnos a nosotros mismos.
Desprenderse significa «saber que ser humano es ser fiable y a veces débil y ser lo bastante humildes como para admitir esto y decir un simple lo siento». También significa «conocer nuestra propia fuerza y no olvidar nunca nuestra dignidad y nuestro propio valor como seres humanos.»
Cuando nos desprendemos, no renunciamos a nuestra responsabilidad, sino que reconocemos que no podemos controlar el resultado de todas las situaciones.
Desprenderse significa «pedalear nuestra propia bicicleta y dejar nuestro destino en manos de Dios».Desprenderse significa «poner nuestra energía en conseguir recuperarnos, en lugar de acumular rabia».
De hacer esto, lograremos aceptarnos a nosotros mismos en vez de abusar de nosotros, y paz, en vez de perfeccionismo. ¡Alivia tanto!
(*) Delusion viene a ser lo mismo que ilusión, pero mientras esta tiene un matiz de «ensoñación», la delusion tiene que ver con una convicción engañosa e ilusoria.
(Dorothy May de su Libro Codependencia. La dependencia controladora/la dependencia sumisa).





