
HUMILDEMENTE LE PEDIMOS QUE NOS LIBERASE DE NUESTROS DEFECTOS. (Séptimo Paso de CoDA).
El miedo era una gran parte de mi vida y mi codependencia: miedo a la gente, miedo a la vida, miedo a mi pasado, miedo a Dios, miedo a la recuperación, miedo a mí misma.
Una de las cosas que temía de la recuperación era dar este Paso. Por un lado, quería que Dios me quitara mis deficiencias. Por el otro, no estaba muy segura que quedaría algo si lo hacía.
¿Bajaría Dios y de un golpe quitaría todo lo que se parecía a mí? ¿Me convertiría en una santa?
¿En una concha vacía? Sentí tener mucho que perder porque no pensaba que yo fuera gran cosa.
Me sentía como una cáscara vacía. Y que me quitaran mis defectos, aquellos que ahora llamo codependencia, me sonaba a aniquilación.
¿Qué me sucedería? ¿En qué me convertiría? ¿Tendría una personalidad? ¿Me convertiría en un robot de la recuperación, cantando frases hechas, sonriendo dulcemente? ¿Perdería aquello que me hacía única? ¿Perdería mi pasión?
Sí, existen cosas en nosotros, en ti y en mí, que necesitamos desechar. Pero necesitamos conservar quienes somos, nosotros mismos, nuestras personalidades inherentes, y los rasgos y cualidades e idiosincracias que nos hacen especiales y únicos.
Cuando trabajamos específicamente este Paso, Dios no baja con una aspiradora para chuparse todo lo que tenemos adentro. Dios no me quita mi personalidad. Dios no me elimina a mí.
Dios sólo se lleva aquellos rasgos que me restringen y evitan que sea yo misma.
Algunos de los rasgos más destructivos serán eliminados. Muchos se invertirán. Existe un aspecto negativo del rasgo de la obsesividad, y con frecuencia existe un lado positivo del mismo rasgo. La obsesividad invertida se convierte en determinación.
Algunos de mis defectos necesitan refinarse o atenuarse. Por ejemplo, ser cuidadora (enfocarme en otros endetrimento y abandono de mí misma) puede convertirse en amor a mí misma y a otros. Ese amor puede manifestarse en una forma nutridora, dadora de vida que demuestra estima por mí misma y por otros.
He aprendido que el miedo es una cosa que puede desaparecer, a menos que sea para avisarme de no caminar frente a un camión en marcha.
He aprendido que soltar mis defectos no elimina mi personalidad. La permite salir y brillar por primera vez desde que fui una niña muy pequeña.
(Melody Beattie de su Guía de los Doce Pasos).

Etiqueta: sometimiento a la voluntad divina
Reflexión del Dia: 29 de Diciembre

«SIN MIEDO HICIMOS UN MINUCIOSO INVENTARIO MORAL DE NOSOTROS MISMOS».(Cuarto Paso de CoDA).
ABRIR NUESTRO CORAZÓN AL AMOR
Me tomó varios años darme cuenta del poder, el significado y la potencia del Cuarto Paso del programa aplicado a la recuperación de la codependencia. Deja que les cuente cómo sucedió y lo que este Paso logró en mi vida.
La primera vez que me atreví a mirar dentro de mí misma, me aterré. De por vida, mi costumbre había sido evitarme a mí misma a como diera lugar. Anhelaba y me aferraba a cualquier adicción, relación o distracción. Esto lo hacía porque tenía miedo: miedo a lo que encontraría, miedo al impacto emocional de sacar a luz lo que durante tanto tiempo había guardado adentro. Quizá temía no encontrar nada, o sencillamente oscuridad. No sabía cómo mirar hacia adentro hasta que encontré este Paso, este instrumento.
La primera vez que hice un inventario de mí misma resultó primitivo y rudimentario. Gracias a Dios, el programa no pide más, porque mi experimento primitivo y rudimentario fue suficiente para impulsarme por el camino de la recuperación. Bastó.
Hice una autobiografía. Escribí lo que me venía a mente acerca de mí misma. Fueron entre ocho y quince páginas. A la autobiografía agregué una lista de los secretos que me causaban más vergüenza. Hice lo que pude entonces.
Mi siguiente Cuarto Paso estuvo más elaborado. Llevaba un año más en los círculos de recuperación. Estaba más consciente de lo que me molestaba y de otros secretos que me hacían sentir mal, cosas que había obviado. Estos nuevos descubrimientos se incorporaron a mi siguiente Cuarto Paso.
A partir de entonces, comenzó el trabajo en serio. Entré a una fase de mirar a niveles profundos dentro de mí. Este no era un esbozo general de mi infancia, sino un esbozo detallado de mi alma y mi mente, y de todo lo que había influido en su desarrollo.
Este proceso se hizo empírico. Comencé a vivir un Cuarto Paso. La vida me empujaba y picaba hasta que llegué a mirar tan profundamente hacia adentro que pude realmente verme. Comencé a ver más allá de mis comportamientos que habían causado daño. El proceso de examinar mis comportamientos en una autobiografía fue crucial. Mis primeros Cuartos Pasos mondaron las capas superiores del dolor alrededor de mi corazón. Pero había mucho más enterrado adentro.
Esta búsqueda sin temor, este mirar hacia adentro, se convirtió en un proceso obligatorio, exigido por la recuperación, la vida, y mi Poder Superior. No me gustaba, pero aprendí a aceptarlo, a pasar por él. Quería utilizar a personas, lugares, y diversiones para evitar sentir lo que sentía. Aun cuando se me obligaba a mirar hacia adentro, porque me había rendido a un Dios que me quería lo suficiente para obligarme a hacerlo, una parte de mí se aferraba a la creencia de que la manipulación de mis circunstancias (cambiarme de localidad o actitud mental) haría cesar el dolor.
No funcionaba. Y estoy agradecida. Porque era dolor bueno, dolor de sanación. Por fin, la vida logró penetrar. Aprendí que no importaba cómo ajustaba las circunstancias, seguiría sintiendo lo que sentía y enfrentando lo que enfrentaba, porque era hora de hacerlo. Era hora, por fin, de que yo me curara. Había pedido que eso sucediera.Ahora recibía el regalo de la curación.
Dolía. El dolor que por fin enfrentaba me había acompañado durante mucho tiempo. Estaba tan profundo, como también estaban los mensajes que lo acompañaba, que no lo había reconocido como dolor o como mensajes negativos. Sólo estaba consciente del dolor sordo y constante de estar viva, o más bien, de estar parcialmente viva.
Adentro tenía tristeza, tanta tristeza y soledad y dolor. Tenía tantas paredes alrededor de mi corazón que no podía tolerar recibir el amor.
(Melody Beattie de su Guía de los Doce Pasos).
