Creemos que no somos importantes, y aunque nuestros sentimientos no sean equivocados, pensamos que no importan. Estamos convencidos de que nuestras necesidades no son importantes. Y nos abochornamos por los deseos o los planes de otro. Pensamos que somos inferiores y diferentes al resto del mundo, no únicos, sino bizarra e inadecuadamente distintos. Nunca nos hemos puesto de acuerdo con nosotros mismos, y nos miramos no a través de esos cristales de color de rosa, sino a través de una película sucia, marrón-gris.
Podemos haber aprendido a disfrazar nuestros verdaderos sentimientos acerca de nosotros mismos vistiéndonos bien, peinándonos bien, viviendo en la casa correcta, y trabajando en el empleo correcto. Podemos presumir de nuestros logros, pero bajo las galas se encuentra un calabozo dentro del cual secreta e incesantemente nos castigamos y nos torturamos. En ocasiones, podemos castigarnos abiertamente ante el mundo entero, diciendo cosas degradantes acerca de nosotros mismos. A veces, llegamos incluso a pedir a otros que nos ayuden a odiarnos a nosotros mismos, como cuando permitimos que ciertas personas o costumbres religiosas nos ayuden a sentirnos culpables, o cuando le permitimos a la gente que nos lastime. Pero nuestros peores latigazos nos los damos en privado, dentro de nuestras mentes.
(Melody Beattie de su Libro Ya No Seas Codependiente).
</a
Etiqueta: vergüenza
Reflexión del Dia: 2 de Enero
La mayoría de los codependientes son reaccionarios. Reaccionamos con ira, culpa, vergüenza, odio a nosotros mismos, preocupación, sentimientos heridos, gestos controladores, acciones solícitas, depresión, desesperación y furia. Reaccionamos con miedo y ansiedad. Algunos de nosotros reaccionamos tanto que nos resulta doloroso estar cerca de la gente, y torturante encontrarnos dentro de un grupo grande de personas. Es normal reaccionar y responder a nuestro medio ambiente. Reaccionar es parte de la vida. Es parte de interactuar, es parte de ser humano y de estar vivo. Pero nos permitimos irritamos tanto y distraernos tanto.
Pequeñeces, cosas mayores —lo que sea— tienen el poder de descarrilarnos. Y nuestra respuesta después de que reaccionamos a menudo no es la que más nos conviene.
Podemos haber empezado a reaccionar y a responder urgente y compulsivamente con patrones que nos lastiman. El solo hecho de sentir urgencia y compulsión es suficiente para herirnos. Nos mantenemos en un estado de crisis, fluyendo l adrenalina y tensos los músculos, listos para reaccionar ante emergencias que generalmente no son tales. Alguien hace algo, de modo que nosotros debemos hacer algo a la vez. Alguien se siente de determinada manera de modo que nosotros debemos sentirnos de otra determinada manera.
(Melody Beattie de su Libro Ya No Seas Codependiente).
Frase del Dia: 7 de Noviembre
Nuestra baja autoestima u odio a nosotros mismos está vinculado con todos los aspectos de nuestra codependencia: nuestra calidad de mártires; nuestra negativa a disfrutar de la vida; nuestro fanatismo por el trabajo; nuestra tendencia a mantenernos tan ocupados que no podamos disfrutar de la vida; nuestro perfeccionismo; el hecho de no permitirnos disfrutar de las cosas que hacemos bien o sentirnos bien acerca de ellas; nuestra desidia; el amontonar pilas de sentimientos de culpa y de incertidumbre acerca de nosotros mismos; prevenir la intimidad con los demás que nos hace huir de las relaciones, evitar comprometernos, quedarnos dentro de relaciones destructivas; iniciar relaciones con personas que no nos convienen, así como evitar a la gente que nos conviene.
Podemos encontrar medios sin fin para autotorturarnos: comer en exceso, descuidar nuestras necesidades, compararnos con los demás, obsesionarnos, morar en recuerdos dolorosos, o imaginar futuras escenas dolorosas. Pensamos: ¿qué tal si ella vuelve a beber?, ¿qué tal si tiene un affaire?, ¿qué tal si un tornado destruye la casa? Esta actitud del “qué tal” es siempre buena para conseguir una fuerte dosis de miedo. Nos espantamos y luego nos preguntamos por qué estaremos tan asustados. No nos gustamos, y no nos vamos a permitir obtener ninguna de las cosas buenas de la vida porque creemos que no las merecemos.
(Melody Beattie de su Libro Ya No Seas Codependiente).
Reflexión del Dia: ¡El Miedo nos hace dependientes!
¿Por que somos dependientes? Fundamentalmente por¡MIEDO!.
Krishnananda en su Libro De la Codependencia a la Libertad (Cara a cara con el miedo); nos invita a trabajar los miedos aportando ideas esenciales para entenderlos y poder relacionarnos de una manera saludable. Este autor explica claramente como el niño aterrado, que algunas personas llevamos dentro, reacciona y exige con estrategias determinadas cuando se tiene que enfrentar a algún tipo de frustración y siente la privación, el vacío y el abandono que aprende a compensar también de manera muy característica, creando una serie de patrones de comportamiento para protegerse.
Solamente haciendo un buen trabajo de autoconocimiento, puede el dependiente ver cuales son esos patrones y entender porque reacciona así y cual es la verdadera causa de su miedo.
Los seres humanos sentimos el afecto o la falta de el, desde que estamos en el vientre de la madre. Registramos todas las emociones maternas y hasta cerca de los 6 o 7 años, depende del trato que nos brinden se determinara nuestro carácter. De niños sentimos la amenaza de perder el afecto de nuestros padres si no acatábamos lo que ellos decían, es decir, desde muy temprano, aprendimos a amarnos y apreciarnos o a rechazarnos y renunciar a nosotros, dependiendo de los demás. Si no fuimos adecuadamente amados, valorados, comprendidos y apreciados, por las personas que fueron mas significativas para nosotros (papa, mama, personas que nos criaron, maestros, etc.).
Esto supuso un trastorno que quedo en el subconsciente y que se inicio a corta edad. En la medida que nuestros padres nos ayudaron o fallaron en satisfacer nuestras necesidades de afecto siendo apenas unos niños, empezamos a formarnos emocionalmente. De todo esto dependen los vínculos con las personas que nos rodean en el presente. Esto hace que con padres, amigos o parejas, tengamos que renunciar a nuestros intereses permitiendo que nos gobiernen los de ellos.
– Para tener contento a papa y mama había que sacar buenas notas, de lo contrario nos hacían sentir que eramos los culpables de su ira, de su disgusto y de los castigos que nos brindaban.
– Nuestros amigos o amigas eran aquellas personas que gozaban la aprobación de nuestros progenitores, de lo contrario teníamos que sostener amistades clandestinas y relaciones secretas, que era peor.
– Cuando mama se enojaba por algo que no hacíamos y que no era de su agrado, nos amenazaba con «ya no te voy a querer», «me voy a enfadar contigo y ya no te voy a hablar». Teníamos miedo ante la amenaza de perder la protección y seguridad que solo obtenemos de ellos.
Resumiendo: Nuestro niño/niña interior esta asustado y ha aprendido a «portarse bien». para no sentir ese enorme miedo a ser abandonado, a la soledad. Así nos convertimos en los adultos sumisos que nos vamos a tragar todo el descontento que significa establecer relaciones destructivas con las personas menos indicadas, pero que nos harán repetir una y otra vez ese circulo de temor oculto y baja autoestima en que nos quedamos estancados.
Reafirma Krishnananda
Equivocadamente en nuestra vida de adulto, hemos decidido que otras personas deben cubrir nuestras carencias tempranas de afecto y aprobación que no hubo en la infancia.
(Tomado del Libro De la Dependencia Emocional a la Libertad de Ser de Pilar Casas).
Danza de Sufrimiento, Vergüenza y Auto-Abuso
«La razón por la que no hemos podido amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos, es porque lo hemos estado haciendo al revés. Se nos enseñó a juzgarnos y a sentirnos avergonzados de nosotros mismos. Se nos enseñó a odiarnos por ser humanos.»
«Si yo me siento un «fracasado» y le estoy dando poder a la voz interna del «padre criticador» que me está diciendo que soy un fracaso, entonces me puedo quedar atrapado en un lugar muy doloroso en donde me estoy avergonzando por ser yo mismo. En esta dinámica soy la víctima de mi mismo y también soy mi propio perpetrador, y el siguiente paso es rescatarme a mi mismo usando una de las viejas herramientas para volverme inconsciente (comida, alcohol, sexo, etc.) Por lo que la enfermedad me tiene girando en una rueda de hámster de sufrimiento y vergüenza, una danza de dolor, culpa y auto-abuso.»
La Codependencia es una enfermedad increíblemente poderosa, insidiosa y viciosa.
Es muy poderosa porque está arraigada en nuestra relación medular con nuestros seres. Como niños pequeños fuimos agredidos con el mensaje de que había algo malo en nosotros. Obtuvimos este mensaje de nuestros padres, quienes fueron agredidos y heridos en la infancia por sus padres, que fueron agredidos en la infancia, y por nuestra sociedad que está basada en la creencia de que ser un humano es algo vergonzoso.
La Codependencia es insidiosa porque es muy dominante. La creencia medular emocional de que hay algo malo con lo que somos, afecta todas las relaciones en nuestra vida y nos impide aprender cómo Amar Verdaderamente. En una sociedad Codependiente, el valor es asignado en comparación (más rico que, más bonita que, más espiritual que, más sano que, etc.) por lo que la única forma de sentirse a gusto sobre uno mismo, es el juicio y el menosprecio de otros. La comparación sirve a la creencia en la separación, que hace posible la violencia, el desamparo, la contaminación y a los billonarios. El amor tiene que ver con sentirnos conectados en el esquema de las cosas, no separados.
La Codependencia es viciosa porque nos obliga a odiarnos y a abusar de nosotros mismos. Se nos enseñó a juzgarnos y avergonzarnos por ser humanos. En el centro de nuestra relación con nosotros mismos, está el sentimiento de que de alguna forma, no merecemos y somos indignos del amor.
A mi padre se le enseñó que supuestamente debía ser perfecto y que la ira era la única emoción masculina permisible. Como resultado, ese pequeño niño que cometió errores y al que le gritaron, se sintió defectuoso e indigno de ser amado.
Mi madre me dijo cuánto me amaba, lo importante y valioso era, y cómo podía ser cualquier cosa que quisiera ser. Pero mi madre no tenía auto-estima ni límites, entonces cometió conmigo un incesto emocional. Yo me sentí responsable por su bienestar emocional y sentí gran vergüenza al no poder protegerla de la violencia de mi padre o del dolor de la vida. Esto era prueba de que yo era tan defectuoso que, aunque una mujer pudiera pensar que era digno de amor, eventualmente la verdad de mi indignidad sería expuesta, por mi inhabilidad para protegerla y asegurarle su felicidad.
La iglesia en la que me crié, me enseñó que nací pecador e indigno y que debía ser agradecido porque Dios me amaba a pesar de mi indignidad. Y, aunque Dios me amaba, si yo permitía que mi indignidad saliera a la superficie comportándome (o incluso pensado) en base a las vergonzosas debilidades humanas con las que nací, entonces Dios se vería forzado, con gran tristeza y renuencia, a mandarme al infierno para arder por siempre.
¿Es de sorprenderse que en mi centro me sintiera devaluado e indigno de ser amado? ¿Es de sorprenderse que como adulto me quedara atrapado en un ciclo continuo de vergüenza, culpa y auto-abuso?
El dolor de ser indigno y la vergüenza eran tan grandes, que tuve que aprender formas para volverme inconsciente y desconectarme de mis sentimientos. Las formas como aprendí a protegerme del dolor y nutrirme cuando estaba herido, eran cosas como las drogas y el alcohol, la comida y los cigarros, las relaciones y el trabajo, la obsesión.
La forma como funciona en la práctica es como esto: Me estoy sintiendo gordo; me juzgo por estar gordo; me avergüenzo a mi mismo por ser gordo; me flagelo por estar gordo; entonces me hiero tanto que tengo que aliviar parte del dolor; entonces me consiento y me como una pizza; luego me juzgo por comer pizza, etc.
Este es un ciclo funcional para la enfermedad. La vergüenza engendra el auto-abuso, que engendra la vergüenza, que sirve al propósito de la enfermedad, que es mantenernos separados, para no programarnos a equivocarnos, creyendo que somos merecedores y dignos de ser amados.
Obviamente este es un ciclo disfuncional si nuestro propósito es ser felices y disfrutar de estar vivos. La forma para detener este ciclo tiene dos partes y es simple en teoría, pero extremadamente difícil de implementar momento a momento, en bases cotidianas en nuestras vidas:
La primera parte tiene que ver con remover la vergüenza de nuestro proceso interno. Este es un proceso complicado y de multinivel, que involucra cambiar los sistemas de creencias que están dictando nuestras reacciones hacia la vida (esto incluye todo, desde afirmaciones positivas, hasta trabajo de liberación de energía emocional y pena, grupos de apoyo, meditación y oración, trabajo con el niño interior, etc.) para que podamos cambiar nuestra relación con nuestro ser en el centro y comencemos a tratarnos a nosotros mismos en formas más sanas.
La segunda parte es más simple y generalmente más difícil. Involucra tomar «la acción». («la acción» se refiere a un comportamiento específico. Debemos tomar acción para hacer todas las cosas listadas también en la primera parte.) Cambiar el comportamiento que nos está dando una razón para sentir vergüenza. Simplemente decir «no» o «si», si el comportamiento en cuestión es algo como no comer, o aislarnos, o no hacer ejercicio. E incluso aunque pueda funcionar durante algún tiempo en el corto plazo, usar la vergüenza y el juicio para motivarnos a cambiar un comportamiento, en el largo plazo, en alineación con nuestra meta de tener relaciones más amorosas con nosotros mismos para ser felices, es mucho más poderoso tomar esa acción de una forma Amorosa.
Esto implica establecer un límite al pequeño niño dentro de nosotros, que quiere gratificación y alivio instantáneo, a través del adulto Amoroso en nosotros que comprende el concepto de gratificación retardada. (Si hago ejercicio cada día me sentiré mucho mejor en el largo plazo.) El verdadero orgullo proviene de la acción tomada. Es falso orgullo sentirnos bien respecto a nosotros mismos en comparación con la apariencia, el talento, la inteligencia o al ser forzados a volvernos espirituales, sanos o sobrios. Esos son dones. El orgullo verdadero es tomar crédito por la acción que hemos emprendido para fomentar, nutrir y mantener esos dones.
La forma de destruir el ciclo auto-destructivo, es detener la danza de vergüenza, sufrimiento y auto-abuso, es establecer límites Amorosos para nosotros, en el momento que surge esa necesidad desesperada por la gratificación inmediata, y saber que, aunque no es vergonzoso si no podemos hacerlo perfectamente todo el tiempo, solo necesitamos «hacerlo». Necesitamos que nuestro Ser Verdadero apoye a nuestro ser herido con el fin de Amarnos a nosotros mismos.
Robert Burney, de su Libro: «Codependence: The Dance of Wounded Souls» («Codependiencia, la Danza de las Almas Heridas»). Traducido por: Claudia Cuesta. http://www.reskarendaya.com/