Reflexión del Dia: 11 de Enero



HUMILDEMENTE LE PEDIMOS QUE NOS LIBERASE DE NUESTROS DEFECTOS. (Séptimo Paso de CoDA).
CONFIAR EN EL PROCESO
La primera vez que di este Paso, hice exactamente lo que recomienda el Libro Grande. Me recluí en un cuarto y cerré la puerta. Le pedí ami Creador que me quitara todos mis defectos de carácter. A pesar de mis temores, lo dije sinceramente. Estaba lista a que me quitara esos rasgos de los que me había hecho consciente y que había descubierto en mis Cuarto y Quinto Pasos. Aun estaba dispuesta que me quitara todo aquello que necesitaba eliminar, aquello que no había visto en mis Pasos Cuatro y Cinco. Así es que pedí eso, también.
Medité un rato, y luego me alisté a salir del cuarto, preguntándome qué sucedería. ¿Me fulminaría un rayo? ¿Me dormiría esa noche para despertar una persona diferente al día siguiente? ¿Me podría reconocer?
¿Qué parte del cambio me correspondía a mí? ¿Significaba eso que tenía que ser perfecta en adelante?
No comprendía el proceso que había iniciado. Aun no lo entiendo del todo, pero he aprendido a confiar en él.
Es un proceso gradual, un proceso de sanación, y un proceso espiritual. No duele, por lo menos no más de lo necesario para sanarnos de daños pasados o para llamarnos la atención. Es un proceso aceptable, y aun el dolor se hace aceptable, una vez que aceptamos sentir en vez de resistirnos, una vez que nos dispongamos a rendirnos.
No es, aprendí, un proceso instantáneo.
Y no hay nada que temer.

A lo largo de los años somos cambiados. No tuve que cambiarme a mí misma. No fui revolucionada instantáneamente cuando di este Paso. Pero darlo, inició el proceso.
Paulatinamente, comencé a notar cosas de mí misma, como ser cuidadora, controladora, el miedo, y la tristeza no resuelta en mi pasado. No de un golpe. No medetuve. Sólo me hice consciente. Luego, me hice consciente de lo controladora que era yo con otra persona. De nuevo,no me detuve. Sólo me hice consciente.
Luego, luché conmigo misma un rato. Trataba de no hacerlo, pero no podía. O, dejaría de hacerlo aunque aún deseaba hacerlo. Me esforzaba más. Fracasaba. Luego, finalmente me rendía. Cesaba de luchar y me dejaba en paz.
Fue entonces cuando llegaron los regalos. Regalos tales como el desprendimiento. El soltar.
Darme cuenta muy dentro de mí que no podía controlar a otro. Eso no quiere decir que lo hacía a la perfección o que los regalos llegaron todos a la vez. Pero, al paso de los años, el soltar gradualmente reemplazó la necesidad de controlar.
Eso no significa que la necesidad y el deseo de controlar no regresan. En mi vida, y en las vidas de muchas personas que ofrecieron sus historias para este libro, el control aparece como el asunto principal aun ya bien entradas en la recuperación.
Algo de ello aceptamos. Nos mantenemos alertas. Nos hacemos más conscientes. Nos pescamos.
Pero nos dejamos aprender y crecer. Desarrollamos cierta suavidad y compasión para con nosotros mismos, para nuestra humanidad. Dejamos que la transformación suceda.

He descubierto que algunos de mis asuntos más problemáticos se transforman en asuntos que me ayudan. Por ejemplo, cuando yo era pequeña, me pasaba mucho tiempo sola. No me llevaba con la gente y tenía pocas amistades. Durante muchos años, mientras otros iban a la escuela y se socializaban, yo estaba enferma y me tenía que quedar en casa sola, estudiando por mi cuenta, aislada de los demás. Tenía muchos sentimientos respecto a esa parte de mi vida.
Una vez que acepté esa parte de mi vida y pude dar las gracias por haberla tenido (aunque no fueran sinceras), pude apreciar el regalo que recibí de esa experiencia. Aprender a estar sola, aprender a estudiar sola, aprender a pensar en forma independiente, se convirtió en uno de los rasgos que me calificaba para mi actual ocupación: la de ser escritora. Un aspecto negativo se convirtió en uno positivo en mi vida.
Estoy asombrada de las múltiples formas en que la gratitud, la aceptación, y el trabajar este programa nos puede transformar, y transformar algunos de nuestros rasgos más problemáticos.
Durante años, me privaba de cosas, por hacerme la mártir o a veces sin ninguna razón. Una vez que pude canalizar esta habilidad, aprendí a privarme de cosas en forma temporal mientras trabajaba hacia metas.

(Melody Beattie de su Guía de los Doce Pasos).

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