BUSCAMOS A TRAVÉS DE LA ORACIÓN Y LA MEDITACIÓN MEJORAR NUESTRO CONTACTO CONSCIENTE CON DIOS, COMO NOSOTROS LO CONCEBIMOS, PIDIÉNDOLE SOLAMENTE QUE NOS DEJASE CONOCER SU VOLUNTAD PARA CON NOSOTROS Y NOS DIESE LA FORTALEZA PARA CUMPLIRLA. (Onceavo Paso de CoDA).
BUSCAMOS A TRAVES DELA ORACION
Cada quien está libre para comprender a Dios como elija, de acuerdo con nuestra visión y nuestra verdad. Lo que es común al Paso es que hablemos al Dios de nuestro entendimiento mediante la oración y luego pedir a este Dios que nos enseñe su voluntad y nos ayude a cumplirla.
Orar es hablar con Dios. Una oración puede constar de una palabra o un pensamiento. Puede expresar alegría o tristeza. Una oración puede ser una carta a Dios. O puede ser una oración tradicional.
Tengo una computadora llena de cartas a Dios. Me encanta releerlas y ver en retrospectiva como cada una fue escuchada y respondida. Algunas respuestas llegaron rápidamente; algunas tardaron más. Todos fueron leídas por Dios, aunque se hayan guardado en los recesos electrónicos y magnéticos de mi disco duro.
Estamos libres para orar de cualquier manera que nos plazca: de pie, sentados, de rodillas, con los ojos cerrados, con los ojos abiertos, acostados en la cama, o caminando por un sendero en el bosque.
«Trato de mantener un contacto consciente con Dios a toda hora» dijo Beth. «Cuando estoy formada en una fila en el banco, estoy hablando con Dios. Cuando manejo, estoy hablando con Dios. Siempre… hablando con Dios».
«A lo largo del día, repito la frase, ‘Que se haga tu voluntad’,» dijo Gary. «Lo canto como un mantra».
La oración no necesita ser complicada. Podemos hablar en silencio, dirigiendo nuestros pensamientos a Dios. O podemos hablar en vozalta como haríamos con otra persona. No necesitamos cambiar nuestra forma de hablar para dirigirnos a Dios. No tenemos que ser alguien o algo que no somos. Podemos ser quienes somos con Dios. Podemos decir lo que necesitamos decir, cuando necesitamos decirlo. Construimos una relación funcional con nuestro Poder Superior y hablamos lo que necesitamos para continuar con esa relación.
A veces percibimos una visión o sensación de lo que el futuro depara, pero recibimos nuestras instrucciones de nuestro Poder Superior un día a la vez. Así es como recibimos el poder que necesitamos para llevar a cabo sus directrices. Cuando retomé mi relación con mi Poder Superior después de un lapso de catorce años, fui tímida e insegura acerca de cómo hacerlo y me preguntaba si siquiera me escuchaba. Transité por la disciplina de rezar cada mañana y cada noche, forzándome a decir algo en silencio con los ojos cerrados.
Eché mano muchas veces del Padre Nuestro. Es una oración que usan muchos grupos de Doce Pasos, y es una oración eficiente. La sentí como una oración segura. Más adelante, al progresar mi recuperación, desarrollé una oración de recuperación basado en las páginas (80 a 82) de Alcohólicos anónimos. Mi oración dice así:
“Gracias por mantenerme sobria ayer. Por favor ayúdame a mantenerme sobria hoy. Durante las siguientes veinticuatro horas, pido solamente que me dejes conocer Tu voluntad, y me des la fuerza para cumplirla. Pido que liberes mi pensar de ser voluntarioso, egocéntrico, deshonesto y mal dirigido. Pido que en momentos de duda o indecisión, puedas enviarme el pensamiento, la palabra o la acción adecuados. Enséñame cual deba ser mi siguiente Paso, y ayúdame a resolver todos mis problemas para Tu honor y gloria.”
Luego, entre mi oración de recuperación y el Padre Nuestro, he aprendido a hablar de las cosas que necesito. Le cuento a Dios lo que me perturba. Le pido que proteja a mis hijos. Le pido que sane mis miedos. Le pido a Dios que me ayude con lo que enfrento en ese día.
Hablo de mis sentimientos con Dios. Ser honesta con Dios no fue fácil. A veces aún no es fácil.
Ciertos días no me siento conectada, a mí misma, a otros, a Dios. Algunos días mis oraciones son sólo palabras sin sentimientos ni expresión. Al principio casi no le contaba nada a Dios. Ahora, a veces sigo y sigo sin parar.
Antes de la recuperación de la codependencia, pedí a Dios mucho control y que cambiara a otras personas. He dejado de hacer eso, por lo menos la mayor parte del tiempo. Pasé por un largo periodo de desesperación porque Dios no contestaba mis peticiones de control y de cambio de otros. Me preguntaba si Dios se había ido. Comencé a preguntarme cuál sería la voluntad de Dios para mi vida porque otros no hacían lo que yo quería o esperaba que hicieran. Las cosas no sucedían como yo había planeado.
Paulatinamente comprendí que la voluntad de Dios era que yo aceptara mis circunstancias actuales, aunque el plan de Dios fuera diferente al mío. Pero aprendí también que la voluntad de Dios era que yo aprendiera a no ser víctima y a cuidarme a mí misma, sin importar lo que estuviera sucediendo. La voluntad de Dios significaba aprender a confiar en Dios y en mí misma.
Aprendí que la voluntad de Dios es que yo sienta y acepte mis emociones en vez de disculparme por sentirlas.
(Melody Beattie de su Guía de los Doce Pasos).